Un hombre que  regularmente asistía a las reuniones con sus amigos, sin ningún aviso, dejó de participar en sus actividades. Después de algunas semanas, una noche muy fría, un integrante del grupo decidió visitarlo. Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a una chimenea donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida a su compañero. Se hizo un gran silencio. 

Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los troncos de leña que crepitaba en la chimenea. Al cabo de algunos minutos el visitante sin decir palabra, examinó las brasas que se formaban y seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, retirándola a un lado del brasero con unas tenazas; volvió entonces a sentarse.

 El anfitrión prestaba atención y al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y el fuego se apagó. Repentinamente, en poco tiempo lo que era una muestra de luz y de calor, no era más que un oscuro, frío y muerto pedazo de carbón.

Muy pocas palabras habían sido dichas desde el saludo. El visitante antes de prepararse para salir, con las tenazas regresó el carbón frío e inútil de nuevo en medio del fuego. De inmediato, la brasa se volvió a encender, alimentada por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno suyo. Y el anfitrión le dijo: Gracias por tu visita y por tu bellísima lección. Regresaré al grupo. 

En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.”

Proverbios: 17:17
Somos responsables por mantener encendido el fuego propio y el de otros

El fuego es un elemento físico y espiritual; En lo natural el fuego enciende, calienta, da luz, purifica, limpia y aviva. De igual manera es en lo espiritual; El Espíritu Santo es fuego, por lo tanto enciende la llama de Dios en el corazón del ser humano, es luz que disipa las tinieblas, purifica nuestros pensamientos, limpia nuestra alma y aviva continuamente la hoguera que se enciende en el corazón de quienes han permitido que Jesucristo entre en ellos. 

Si somos integrantes de una hoguera, tenemos que evaluarnos qué clase de leña somos; Seremos madera que solamente ha estado en la bodega como espectadores únicamente?  posiblemente somos leña que está por poco tiempo encendida, que sale y entra del fuego por temporadas?, ¿también podemos ser leña verde, que difícilmente puede arder? o en verdad somos leña que arde continuamente y tenemos fuego propio y abrazador?

Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo.
Prov. 27:17

Sin importar cual de estos seamos, es necesario como todo en la vida evaluarnos; reconsideremos nuestra posición y a partir de ahora seamos leños que siempre dan calor, que están encendidos en medio de la hoguera, que arde y tiene fuego continuo.