Las situaciones extremas sacan lo mejor o lo peor del ser humano. Cuando las circunstancias son adversas y sentimos no poder más, sale a relucir el carácter del ser humano. Debemos reconocer que todos tenemos ambos lados, pero veamos cuál de los dos es más fuerte en cada uno, en momentos de exigencia, necesidad o bajo presión.

Debemos aprender y no olvidar que las circunstancias de la vida son temporales, son etapas, procesos, momentos, que duran dependiendo de cada uno de nosotros. Pueden tardar solo unos días, unas semanas, meses o para otros puede durar toda la vida. 

Aprendamos del siguiente proceso:

¿DIAMANTE o CARBÓN? 

Tanto los diamantes como el carbón se componen de carbono. Entonces, ¿Cómo es que los diamantes tienen una belleza y un precio tan elevado, mientras que el carbón no tiene ningún atractivo y su destino es ser arrojado al fuego?.

¿Qué diferencia tan marcada existe entre la reluciente piedra preciosa símbolo de nitidez y fuerza, de su humilde primo el carbón?

Esta reside en el grado de calor y presión al que se ha sometido cada uno. El carbón se forma cuando una capa vegetal en descomposición se comprime bajo el peso de grandes cantidades de tierra, rocas o agua acumulada encima. Los diamantes son cristales de carbono puro que han sido sometidos a un calor tremendo y una grandísima presión en las entrañas de la tierra y salen a su superficie en erupción volcánica.

Hace falta mucha más presión y calor para que se forme un diamante que para crear un trozo de carbón.

Narda

Hace falta mucha más presión y calor para que se forme un diamante que para crear un trozo de carbón. El diamante es algo extraordinario, no se conoce una sustancia natural más dura, es un mineral transparente con una amplia gama de variedades. El diamante no es hermoso y valioso porque sí. ¡No! Es el resultado de un proceso largo. Las dificultades que pasamos en la vida son como el calor y la presión a la que se someten los átomos de carbono para convertirse en un diamante. El proceso de refinar y purificar el carbón para convertirse en diamante, es una analogía al proceso que Dios hace para purificarnos, perfeccionarnos y dotarnos de más cualidades valiosas.

“Te haré inquebrantable como el diamante, inconmovible como la roca. No les tengas miedo ni te asustes, por más que sean un pueblo rebelde”

Ezequiel 3:9

Continuando con el proceso del diamante, hay que tallarlo y pulirlo para poder apreciar plenamente su belleza y valor. Los diamantes se tallan y pulen por fricción utilizando otros diamantes. Con frecuencia Dios nos talla por medio de la adversidad. Los que ya han pasado por ese proceso pueden ayudarnos, si se lo permitimos, a sacar a relucir lo mejor de nosotros. Una forma de distinguir los diamantes auténticos de las imitaciones es colocarlos en agua y hacer pasar una luz a través de ellos. Las imitaciones pierden brillo al sumergirse; los diamantes verdaderos no. 

“Te haré inquebrantable como el diamante, inconmovible como la roca. No les tengas miedo ni te asustes, por más que sean un pueblo rebelde”

Ezequiel 3:9

En el día a día podemos reflejar mejor o lo peor que hay en nosotros.

Por ejemplo, en una situación de emergencia como un terremoto o un accidente, donde hay tanta gente afectada; el ser humano decide hacer dos cosas:

1. Puedo ir a ayudar a los afectados sin pensarlo por un momento, poniendo en riesgo mi integridad y hasta mi propia vida con tal de ayudar al prójimo.

2. Puedo acercarme y sacar “el mejor provecho para mí” buscando intereses propios, tomando los bienes, dinero o sacado ventaja de alguna manera de las circunstancias adversas para los demás.

El proceso de refinar y purificar el carbón para convertirse en diamante, es una analogía al proceso que Dios hace para purificarnos, perfeccionarnos y dotarnos de más cualidades valiosas.

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

Efesios 2:20-22

Cuando estas situaciones llegan a nuestra vida, es muy posible que hayamos dudado del amor de Dios y pensemos que nos ha olvidado, que no nos ha tomado en cuenta y que nos deja sufrir solos ¡Pero no es así! Nunca dudemos que lo que Él quiere es resaltar nuestra belleza interior.

Sabiendo que cada uno estamos en el mismo proceso, debemos rogar al Señor que acorte estos tiempos en cada proceso y salgamos victoriosos.